Como cuelgan dedos ennegrecidos
de una muñeca dislocada
así se tambalea la cordura
de las cualidades de lo humano,
apenas sujetada por la carne,
debilitados músculos
y el cordaje de venas, ligamentos…
Pero los dedos inflamados se descuelgan,
—fracturadas las articulaciones—
columpiándose en el borde de la nada
atraídos por la imparable
fuerza de la debilidad.
Cansados de sujetar entre las uñas
aquello que fue digno,
las conquistas más gloriosas,
los inventos más considerables de ser
rememorados,
ahora se desprenden hacia el suelo,
hinchados, insensibles.
Los fabricantes de respuestas
con su atiborrado arsenal de soluciones
dicen que no retrocedamos
ante la lacra del terror.
Ignoran que a nosotros
se nos han roto las muñecas.
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